Según estudios actuales, el 30 % de la población tiene sobrepeso, un fenómeno que no dejó de crecer en los últimos años. La Dra. Tamara Cudi, Jefa del Servicio de Nutrición de Grupo Gamma, nos acerca el panorama de esta epidemia, responsable del 5 % de las muertes al año en el mundo.
Nunca había habido a nuestro alcance tanta información sobre salud y nutrición, sobre la importancia de una dieta sana y hacer ejercicio para combatir el sedentarismo. Pero, paradójicamente, jamás había habido tanta gente con problemas de sobrepeso y obesidad.
La preocupación por lo sano convive con una epidemia alarmante de obesidad, que crece desde los años ochenta. No solo en los países ricos, sino también en los que tienen menos recursos y altos índices de malnutrición. Se calcula que 2.100 millones de personas sufren sobrepeso (el 30% de la población) y, de ellas, casi 700 millones son obesas, según un análisis publicado en la revista médica británica The Lancet con datos de 188 países. Este estudio concluye que el problema afecta a gente de todas las edades y que ningún país ha conseguido revertir la tendencia en los últimos 30 años.
No se trata de estigmatizar a la gente por su aspecto, sino que la obesidad puede acarrear varios tipos de enfermedades crónicas, como la diabetes tipo 2 (no insulino dependiente), o enfermedades cardiovasculares, además de causar el 5% de muertes anuales.
“Se calcula que 2.100 millones de personas sufren sobrepeso y, de ellas, casi 700 millones son obesas (…)”
Una de las principales estrategias públicas hasta ahora ha sido la información, con programas de concienciación para animar a los ciudadanos a seguir hábitos de vida saludables, en colaboración con la industria y los expertos en nutrición. Ese es el camino elegido por varios países donde, por ejemplo, en cada vez más colegios se empezó a enseñar a comer bien.
También se ha trabajado para mejorar el etiquetado de los alimentos. Sin embargo, en los últimos 15 años se ha duplicado el número de personas con kilos de más.
La situación es tan preocupante que algunos países están empezando a intervenir de forma más directa y rotunda. El Reino Unido planea introducir en 2018 una tasa que gravará el consumo de los refrescos azucarados, una medida que ya funciona en Francia, Hungría, Finlandia, Bélgica, México y algunas ciudades de Estados Unidos.
Los contrarios a este tipo de políticas, con la industria a la cabeza, alegan que las medidas fiscales son inútiles, castigan a los consumidores con menor poder adquisitivo y demonizan a un solo producto. No se puede hablar de alimentos buenos y malos, insisten, sino de dietas equilibradas o no.
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