¿Qué hace tan difícil dejar una adicción? ¿Por qué, si sabemos que nos perjudica, continuamos haciendo lo mismo? El Dr. Juan Pedro Sapène, integrante del Servicio de Psicología y Psiquiatría de Grupo Gamma, y especialista en el Tratamiento Integral de las Adicciones de nuestro Centro de Neurociencias Los Manantiales, nos ayuda a comprender que hay detrás de una adicción.
La enfermedad de la adicción no es algo relacionado con la moral, la fuerza de la voluntad o el carácter de una persona. Las investigaciones han demostrado que nacemos con cierta predisposición para unas u otras conductas adictivas. Sucede algo similar con la diabetes por ejemplo: si nazco con la vulnerabilidad para esta enfermedad y en cierto momento de mi vida comienzo a comer muchos alimentos dulces pasará poco tiempo hasta que desarrolle diabetes.
«(..)nacemos con cierta predisposición para unas u otras conductas adictivas».
En el caso de la adicción a las drogas o al alcohol, sucede algo similar, “la genética carga el revólver y las drogas o el alcohol disparan la enfermedad adictiva”. Nacemos con un “andamiaje” de neuronas particular y cuando nos exponemos a ciertas sustancias que llegan a nuestro cerebro se liberan una gran cantidad de neurotransmisores (muchos más que las personas que no tienen la vulnerabilidad a la enfermedad de la adicción) que provocan una sensación de placer o de satisfacción muy intensa; y esta sensación es tan placentera que la queremos repetir una y otra vez a pesar de las consecuencias negativas que provocan en nuestras vidas.
Con el tiempo el cerebro se acostumbra a recibir esta sustancia y deja de producir estos neurotransmisores que normalmente generamos y nos hacen sentir bien, lo que hace que se desarrolle una dependencia a esa sustancia: para que el cerebro te diga que las cosas están bien tiene que haber drogas o alcohol en él, sino no liberará estos neurotransmisores que nos hacen sentir bien. Y como la intensidad de la respuesta placentera en el caso de las drogas o el alcohol y en personas vulnerables es mucho más poderosa que en el resto de las personas que no tienen adicción, las actividades o conductas que antes nos gustaban como ir al cine, cocinar algo rico o disfrutar de reírnos con un amigo, ya no nos provocan bienestar.
La persona con adicción pasa entonces a consumir con frecuencia para sentir algo placentero y luego para funcionar “normalmente”. Aun así, la realización de un tratamiento y dejar las sustancias adictivas lleva a que se vuelva a experimentar placer o satisfacción por lo que antes te podía atraer o gustar. Se trata de un proceso paulatino y sucede con el paso de algunas semanas de abstinencia.
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