Los disruptores endócrinos (DE) son sustancias químicas capaces de interferir con el sistema hormonal de los seres vivos. Este sistema regula funciones vitales como el crecimiento, el desarrollo, el metabolismo y la reproducción. Cuando los DE ingresan al organismo, pueden imitar, bloquear o alterar la acción de las hormonas naturales, provocando efectos adversos incluso en concentraciones muy bajas.
La Dra. Virginia Gorosito Staff del Servicio de Endocrinología de Grupo Gamma explica cómo afectan la salud y que fuentes son las más comunes para reducir su impacto.
¿Dónde se encuentran?
Una de las características más preocupantes de los DE es su amplia presencia en la vida cotidiana, en el aire que respiramos, en los objetos que usamos, en los alimentos que consumimos y en los productos que aplicamos sobre nuestra piel. Debido a que se utilizan en una gran variedad de industrias (alimentaria, cosmética, agrícola, farmacéutica y del plástico) evitarlos por completo es difícil, pero conocer sus fuentes más comunes es el primer paso para reducir su impacto.
- Plásticos y envases alimentarios: botellas de agua y bebidas reutilizables, envases de comida para microondas, latas de conservas, tuppers, utensilios de cocina y envoltorios plásticos, tapas de café y recibos térmicos (papeles de tickets). Cuando estos plásticos se calientan o degradan, los compuestos pueden migrar a los alimentos o bebidas.
- Cosméticos y productos de cuidado personal
- Parabenos: conservantes utilizados en champús, cremas, lociones corporales, desodorantes, maquillaje y protectores solares.
- Ftalatos: se encuentran en perfumes, lacas para el cabello, esmaltes de uñas y productos con fragancias artificiales.
- Filtros UV sintéticos que se usan en protectores solares
- Productos de limpieza y ambientadores: detergentes, limpiadores multiuso y desinfectantes, ambientadores en aerosol.
- Alimentos y bebidas: son una vía importante de exposición, ya sea por contaminación directa o por migración de sustancias químicas desde envases, plásticos o pesticidas, como el glifosato.
- Antibióticos y hormonas utilizados en la producción intensiva de carne, leche y huevos.
- Contaminantes industriales persistentes como dioxinas y metales pesados (plomo, mercurio), que se bioacumulan en peces de gran tamaño y productos lácteos.
- Ropa, textiles y materiales de consumo (juguetes, mordillos, mochilas, lápices)
- Agua y medio ambiente: El agua potable puede contener residuos de pesticidas, medicamentos, microplásticos y compuestos industriales.
En resumen, los DE están presentes en casi todos los ámbitos de la vida moderna. Esta omnipresencia hace que la exposición sea continua, acumulativa y difícil de controlar sin intervenciones estructurales a nivel de políticas públicas, producción industrial responsable y educación del consumidor, sostiene la Dra. Virginia Gorosito.
¿Cómo afectan a la salud?
Los efectos de los disruptores endocrinos pueden ser especialmente graves durante las etapas sensibles del desarrollo, como el embarazo, la infancia y la adolescencia. Estudios científicos han vinculado la exposición a DE con diversas alteraciones hormonales, reducción de la fertilidad, malformaciones congénitas, pubertad precoz, alteración de la función tiroidea, trastornos metabólicos (como la obesidad y la diabetes tipo 2) y ciertos tipos de cáncer hormonodependientes, como el de mama, tiroides y próstata.
En este sentido, también han sido evidenciadas alteraciones del sistema neurológico, como déficits cognitivos o de conducta, trastornos neuropsiquiátricos en la infancia y en el neurodesarrollo, hiperactividad y conducta ansiogénica, dificultad de concentración, pérdida de memoria, pérdida auditiva, falta de coordinación motora y dificultades en el aprendizaje, como también trastornos del espectro autista, afirma la Dra. Virginia Gorosito.
A diferencia de otras sustancias tóxicas, los DE pueden actuar en dosis extremadamente bajas. El organismo humano está programado para responder a pequeñas cantidades de hormonas, por lo que una mínima alteración puede tener consecuencias significativas. Además, su acción no siempre es lineal: dosis más altas no necesariamente implican un efecto mayor, lo que desafía los paradigmas tradicionales de toxicología.
Impacto ambiental
Los DE no sólo afectan la salud humana, sino también la de la fauna y los ecosistemas. Diversos estudios han demostrado que peces, aves y anfibios expuestos a estos compuestos pueden presentar alteraciones en su reproducción, cambios de sexo y disminución en las poblaciones. Esto representa una amenaza directa para la biodiversidad y el equilibrio de los ecosistemas acuáticos y terrestres.
Adoptar una mirada preventiva
Los DE representan uno de los desafíos más complejos y subestimados de la salud pública y ambiental del siglo XXI. Su acción silenciosa, su persistencia en el ambiente y su capacidad de generar efectos adversos incluso en dosis extremadamente bajas los convierten en una amenaza difícil de detectar, pero con consecuencias de gran alcance. Estos compuestos no sólo están alterando el equilibrio hormonal de millones de personas, sino que también están contribuyendo al aumento de enfermedades crónicas, problemas reproductivos, trastornos neurológicos y daños al desarrollo infantil.
Por todo esto, es fundamental adoptar una mirada preventiva, tanto desde lo personal como desde lo colectivo. A nivel individual, informarse, modificar hábitos de consumo y elegir productos más seguros puede reducir significativamente la exposición. Sin embargo, no es realista ni justo depositar toda la responsabilidad en las personas consumidoras. Las soluciones reales requieren un enfoque integral: cambios en los modelos de producción, mayor transparencia en el etiquetado, acceso a información científica clara y políticas públicas que prioricen la salud y el ambiente.
En definitiva, los DE no son simplemente un problema químico, son una señal de alerta sobre cómo nuestras formas de vida modernas pueden estar en conflicto con nuestra biología más profunda. Enfrentarlos exige información, conciencia crítica, acción política y responsabilidad compartida.
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